El Batman Emo aparece por vez primera en uno de los estrenos más anticipados del año 2022. Hace su entrada en escena en The Batman, producción sobre la que pesaba una gran sombra de duda especialmente por su principal interprete: se decía que el chico vampiro no podría ni de lejos ser el chico murciélago. Claro, si se les olvidó que este muchacho, que casi se encasilla por una obra de alta demanda y “memeable” como Crepúsculo, es el mismo que sorprende en Cosmopolis de Cronenberg, la dolorosa interpretación de Salvador Dalí en Little Ashes o la cautivadora El Faro al lado de un siempre simpático Willem Dafoe (que a propósito calza a la medida para algún joker). Así que pesaba sombra de duda… pesaba.
Huelga decir que muchos consideran, y considerarán en las discusiones eternas, que este Batman no tiene la estatura cinematográfica del Caballero de la Noche, portento de Nolan. Pero momento… este es un Batman nunca antes visto. Así que mejor si vemos algunos asertos que bien podrían confirmar nuestra discreta pero honrada tesis.
Lo primero: resulta muy sencillo juzgar la obra, o defenestrarla como lo hicimos durante meses ―y resulta aún más fácil y tentador cuando tienes a Robert Pattinson con flequillo a bordo—, pero para evitar ese juicio a priori tan común a nuestros días, basta con quedarse con los primeros minutos: allí sucede algo atípico. Entre la presentación esperada: el villano hace su jugada, el héroe se presenta a la audiencia, deviene un todo intimista y confesional… es Bruce Wayne confesándonos su pasatiempo. En este principal indicio narrativo, nos enteramos que aquí hay algo que no será igual a lo ya planteado.
Por otro lado, el desarrollo pivotea sobre una auténtica historia de detectives, de suerte que quien llegue buscando un festival de golpes y explosiones, se irá de narices contra la butaca del vecino. The Batman exhala un inconfundible tufillo de Seven (David Fincher-1995) y Zodiac (David Fincher-2007), por ende, necesita de mucha atención entre línea y línea. En consecuencia, casi que lo demás: los trajes, las coreografías, las explosiones o persecuciones, son el atrezo de un gran thriller, que, si no se tratará del género de superhéroes, bien podría ascender a las efemérides del cine de suspenso.
En esa medida, el compromiso del director Matt Reeves (Cloverfield, Déjame entrar) denota por envolvernos en una invernal Gotham a caballo entre la Nueva York real y la Gótica de Nolan. Y dicho compromiso es tal, que resultaría absolutamente disonante el famoso fanservice que tanto aquejan las palomiteras películas de Marvel, a saber: chistes calzados a la fuerza, hombres de la silla, cameos, escenas postcréditos, encuentros incruentos para satisfacer el tamiz de Disney… Así que fans acérrimos de Marvel, por aquí no es la cosa, porque los ingredientes de este noir de capa reemplaza sin respeto ni pudor, ni falta que hace, las toneladas habituales de CGI… elemento tan socorrido del MCU.
De manera que el Batman Emo, si no nos falla el registro, es uno de los Batman más jóvenes, 36 años, en aras de imprimir la coherencia de encontrarnos frente a un Batman: Año Uno, la célebre novela gráfica del 88 a cargo del notable Frank Miller, también celebrado por su novela gráfica Sin City y 300 (“This is Sparta!” A poco que lo recuerdan). En síntesis, todos estos atributos nos permiten olvidarnos enteramente de que asistimos a la típica peli de superhéroes. Al respecto, el atributo actoral es de primera: Robert Pattinson hace una extraordinaria faena.
Pero… ¿y qué hay del resto? El siempre espectacular Andy Serkis interpretando a Alfred, aquí casi marginal; Gatubela a cargo de Zoe Kravitz recrea una sensualidad situada en la otredad de la sensualidad, y por momentos mucho más frágil de lo que nos han tenido acostumbrados, desde luego, la química con Pattinson es palpable, y le sienta muy bien el rol de femme fatale; sin embargo, malograda, desaparece por momentos muy largos; Jhon Turturro, tan dúctil como para obsequiarnos un descarnado drama en Muerte entre las flores o chistes flojos en Transformers de Michael Bay, apenas ofrece la actuación correcta y verosímil del capo Falcone; el Pingüino, sin tanta extravagancia ni poder, la mano derecha de Falcone, caracterizado por un Colin Farrel bajo capas de maquillaje y kilos de latex (no era necesario elegir a Colin, bastaba con un actor con un biotipo similar); el comisionado Gordon, capitaneado por Jeffrey Wright, por momentos ofrece un agente de la ley bastante despistado dentro de su ficción, cosa que es creíble y refrescante… y aunque su rol no goza del magnetismo de Gary Oldman, salva la papeleta.
Delineado lo anterior, ¿es este el mejor Batman de la historia? No nos atrevemos a tanto, pero ya hay voces que así lo proclaman. ¿Merece ser visto? Pregunta retórica. ¿Debes repetirla? Sin duda alguna, hay mucho más por aprender de su obra, muchos detalles por observar con moroso placer.
Pero mucho ojo, no olviden esto: este Batman no libra una cruzada contra conspiraciones mundiales, ligas del mal o cruentas batallas intergalácticas para salvar el planeta, solo le preocupa la podre de su ciudad y revindicar el legado de su padre. Es un Batman en construcción aun con muchísimo por dar. Y es seguro, ya que ha roto con la expectativa del box office, que tendremos Batman Emo para rato.