Marchitas están las humanidades en las carreras universitarias del país. Desaparecen programas y sacan sus asignaturas complementarias de los currículos de las apasionantes “ciencias duras”. Sucumben ante la sociedad del mercado -hoy financiero y global- en el que a diario luchan distintas capas de la sociedad por subsistir, mientras crece la desigualdad en la distribución de la riqueza (Piketty, junio/2022).

Luego las humanidades impregnan a la sociedad su carácter reflexivo; “pensante, consiente, convivente” en términos del concepto de comunidad de Adela Cortina. Y también crítico, como base del pensamiento científico y filosófico. Transcendentales resultan la filosofía, las artes, la música, las leyes, la literatura, y en épocas contemporáneos, la comunicación; pues no bastan, como en tiempos de eruditos griegos, las ágoras para discutir y difundir el conocimiento.

Agrego ‘comunicaciones’, por su actual grado de desarrollo e influencia; tema en el que profundizáramos en la universidad con la docente Mónica Villanueva. Con ella estudiamos las tesis del boliviano Erick Torrico Villanueva, quien, desde la academia, ha planteado la necesidad de teorizar la comunicación desde Latinoamérica. En su libro “Comunicación (re)humanizadora: ruta decolonial”, aborda cómo el deterioro de la comunicación “in-comunicación” y deshumanización, van de la mano. De ahí el despliegue en América Latina del “movimiento por la decolonización, que representa un paso distinto a los que ya fueron dados, pues se dirige a subvertir las estructuras del poder epistemológico y teórico que están en el trasfondo de la colonialidad y que, asimismo, sostienen el occidento-centrismo comunicacional.”

Sostengo que insistir en el humanismo no es cuestión de mocedad como deducen quienes sepultan a priori la sed filosófica humana, no, pues como discutíamos con un representante episcopal en algún momento de agitación social: de método científico, ética y arte, por ejemplo, se puede discutir desde el campo teológico partiendo de Francis Bacón, un pionero del método científico, hasta el filosófico de Marx y Engel, con sus desarrollos del materialismo dialéctico.

Y acéptense o no, pululan los problemas a causa de la separación y posterior marginamiento de las humanidades. Y el aprendizaje y discusión constante de los diversos estados del desarrollo humano, del renacimiento, la ilustración, el modernismo y la globalización, nos dotarían de herramientas más avanzadas y sensibles para responder a los actuales desafíos sociales.

Ahora veamos, las recientes inquietudes en las universidades por la fragilidad de las actuales generaciones, contrastan con el destierro a las humanidades, anteponiéndolas a la educación por competencias. En consecuencia, crecen los requerimientos en los departamentos de sicología buscando resolver los efectos, mientras desaparecen de los proyectos pedagógicos las ciencias humanas para explicar y atender las causas.  

Convendría entonces retomarlas; y sugeriría dos puntos. Primero, como orientara Carlos Gaviria Díaz en su última conferencia desde el Gimnasio Moderno de Bogotá: “educar en democracia”, significa echar mano de la ilustración desde la perspectiva del contrato social de Kant y otros, entendida como “la salida del estado de ignorancia culpable en que se encuentra la persona por no atreverse a pensar”; y segundo, con la autonomía universitaria como faro.

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Duberney Galvis

Es Licenciado en Comunicación y Especialista en Gestión Ambiental. Y escribe para varios medios regionales y nacionales.

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