El hombre gris tiene todo lo esencial para pasar un buen fin de semana sentadotes y nada más. Listamos algunos de esos elementos: juego de espías, secuencias de acción muy cargadas de pirotecnia, héroes y villanos cargados de armas y una hermosísima Ana de Armas… cargada de armas.

En palabras más simples, posee la fórmula que encanta en cuanto al cine de acción, ese cine que nos recuerda lo mejor de Michael Bay con sus travellin locos, sus tiroteos de OK. Corral y sus explosiones destruyendo monumentos históricos. Aquí el apartado técnico ha aprovechado con lujo de detalles los movimientos de cámara con la precisión quirúrgica de drones especializados para filmar, básicamente, las bondades exteriores de Praga, Bangkok, Turquía o Croacia.

Ya que vino a cuento Michael Bay, The Gray Man es casi como una riña entre autobots y decepticons, todo sucede muy rápido y puede ser tan caótica que, por momentos, no se sabe lo que sucede. Sin embargo, asimismo se parece en mucho a una partida de Call of Duty de un domingo cualquiera: hay muchas explosiones y disparos, a veces puede que no se comprenda lo que sucede, pero lo importante es mantener el dedo en el gatillo e ir directo a la “candela” de la diversión.

Atención que Michael Bay no es el director (pero qué vaina tan parecida a una de sus producciones), los directores son los hermanos Russo, célebres por su dirección en End Game (de allí a que veas rostros marvelitas conocidos en el reparto), y tal vez, menos conocidos por series como Arrested Development, Community; o películas como You, Me And Dupree. (Sí, ya lo sabemos, hicieron más de Marvel).

En esa línea, otra cuota de espectacularidad palomitera la pone la diada protagonista-antagonista, dos “guaperas” que ya se han ganado la admiración del aparato hollywoodense por sus respectivas hazañas: Ryan Gosling por ser, en sus pinitos, un flacucho actor segundón que logró adueñarse de protagónicos como los del Diario de Noah, Drive, La La Land, Solo Dios perdona, First Man; en tanto  Chris Evans… bueno, el tipo es el Capi, y eso le bastará para diez años más de protagónicos, antagónicos, segundones o cameos a placer.

Por su parte, Ryan Gosling salva la papeleta, hace de un héroe taciturno, sin mucho que decir, arrastrando una carismática y seductora aura de melancolía. Eso lo ha probado muy bien en casi todas sus producciones, el problema es que está a tiro de pájaro de hacer carambola y repetir la historia de Johnny Deep: encasillarse en papeles excéntricos. Ryan Gosling es un excéntrico por excelencia de la melancolía.

La consigna, lo técnico (la fotografía es buena) y lo narrativo son encargos aceptables para una producción que bien podría devenir de un evento comiquero tipo Gi Joe o Red, esto es, un relato de ficción que maneja una lógica interna a juego con las pretensiones de los comics de acción, no es tampoco un techno-thriller tipo Tom Clancy o Jack Reacher. No esperes diálogos medianamente profundos.

Así que en términos del género al que corresponde, El hombre gris no defrauda, aunque su épica de acción no pertenece a Duro de matar o a un The Last Boy Scout de Tony Scott, si bien es un “army of one, (ejército de un solo hombre tan comparable a John Wick o Liam Neeson en Taken), se distancia de películas de acción más “lógicas” siempre que Ryan Gosling caracteriza una desmesura de la invulnerabilidad, Homelander le queda en pañales. Guardando las distancias con el invulnerable Steven Seagal, claro está.

No obstante, en lo que más falla es en clarificar las motivaciones de los personajes, muchos de ellos ―incluyendo a Chris Evans, atrapado en un muy desafortunado papel de sociópata que no le sienta— son poco creíbles. De hecho, la cinta se toma un tiempo más que largo en construir, pegando aquí uno y otro retazo retrospectivo, la identidad del héroe. Es bien claro que se basa en uno de los clichés más destacados del cine actual: un héroe al servicio de una oficina de seguridad norteamericana, que descubre un complot, y que ahora es perseguido… eso lo hemos visto ya demasiadas veces. Y eso representa otro lastre en cuestión de creatividad.

Vale la pena mencionar que El hombre Gris está basado en una novela del norteamericano Mark Greaney y, puede ser muy precoz este aserto, es probable que en torno a su mística se construya una franquicia muy, pero que muy parecida a Red o un 007 mas camorrero y sangriento. Lo cual sugiere, esperamos, una recomposición narrativa que apuntale la verosimilitud del relato, es decir, todavía puede ser un monumento de acción con ribetes de mayor sentido común.

¿Cosas muy buenas? Hombre, y las tiene. Por suerte no se gasta los bromazos tan típicos de esta generación de películas, cumple además para llenar la parrilla de contenidos de servicio de streaming que ha venido perdiendo suscriptores por cuenta de diversas razones, entre ellas, una competencia voraz. Netflix sabe que ya no puede seguir invirtiendo, de manera tan asidua, en películas que pisen fuerte la alfombra roja del Oscar, pero películas al fin y al cabo que no interesan a todos los grupos demográficos; ahora necesitan más que nunca películas efectivas para mantener el cacharro.

Así que vayan y véanla ya mismo, es divertida y entretenida. Fue para lo que fue creada. Vayan y la ven antes de que les quiten esa cuenta compartida.  

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Pablo Valencia

Amante a rabiar del cine, el jazz, la literatura y de las horas interminables frente a una hoja en blanco y algún artificio de escritura. A la sazón, fuera de su oficio docente, se dedica a la escritura creativa y la ilustración. Además, es fundador del ya premiado proyecto educativo Mickey Mono Power.

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