Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo.
—Abraham Lincoln—
En Santa Rosa de Cabal repercute por estos días el debate imperante alrededor del mayor endeudamiento en la historia del municipio. La discusión debería alegrar, pues en la política risaraldense reina una vacua quietud que cubre hasta al soso concejo de Pereira, escasamente logran agitarla los veedores ciudadanos y columnistas. Así que el caso santarrosano aviva el escenario democrático.
Acerca de criterios para no endeudar al municipio, es recomendable leer: “14 mil razones y más para no endeudar a Santa Rosa de Cabal”. Álvarez , (2021). Además, en materia de representación política, ver las intervenciones del concejo municipal.
Pero el propósito aquí es examinar el gancho usado para justificar el apetecido crédito, el turismo. Previo, podría resultar útil para introducirse en el tema de la evolución de las prácticas turísticas, el análisis bibliográfico “El antes y el después del turismo. Evolución de los lugares y el papel de los actores del turismo” <<fuera de lo común>>. Condevaux et al. (2016).
Retomando, la mitad del empréstito, siete mil millones, los destinarán a un parque turístico alrededor de un mirador. Aquí surge un primer cuestionamiento, pues Santa Rosa ya goza de dos miradores.
Por un lado; el Tambo, con vista hacia paisajes de Dosquebradas, Santa Rosa y a zonas de los nevados; por el otro costado, la emblemática finca Mirador del café, en el acogedor sector de Guacas, con vista al paisaje cafetero, al paramillo y a los nevados.
Dos opciones de diferente naturaleza y funcionalidad que deben recibir apoyo institucional en movilidad, vías y otros. Válido aclarar que ambas fueron iniciativas que no comprometieron recursos fiscales municipales.
Luego en esta ocasión, el alcalde Rodrigo Toro insistió en un proyecto de costo multimillonario bajo el refutado modelo del turismo masivo. Consiguió “salentizar” al municipio, concentrando la carga turística, incubando impactos negativos ambientales, culturales, sociales y económicos, incluidos algunos contra el turismo local.
Procedió entonces a contramano de las nuevas tendencias mundiales y llamados locales para impulsar turismo de menor impacto, con mayor participación social, alto enfoque de conservación, sostenibilidad y promoción del desarrollo comunitario.
En efecto, en la región hay un exitoso modelo de turismo comunitario de reciente eco, en el Otún Quimbaya. Experiencia que pudo aprovechar Santa Rosa, enlazando los miradores existentes con lugares bellísimos como el Campoalegre, el nevado Santa Isabel, múltiples cerros, entre otros.
Dicho modelo tiene la ventaja de ser de menor costo y de no disparar los riesgos fiscales. Se pensaría que tal ejemplo, más la oferta académica ambiental y turística risaraldense, irradiaría a los encargados de la administración pública, especialmente a estos elegidos bajo banderas verdes, luego ellos mismos optan por la inconsecuencia.
Un día el alcalde impulsa un proyecto pro bosques nativos y al otro endeuda al municipio usando el turismo como escudo. ¿“gana-gana” para quién?