ADVERTENCIA: las opiniones aquí volcadas son responsabilidad de un chango mugroso, no se lo tome a pecho.
Recién estuvimos en la “Filbo” pereirana, un trámite tan administrativo como discreto para difundir a los escritores pereiranos, o los humanos que se han afincado por estas plataneras: editados, autoeditados, noveles -sin nobeles- grandilocuentes y posudos. Pero todos con muchísimo por contar ¡Derroche de talento ignoto para muchos!
Así que en sociedad con tres importantes centros comerciales de Pereira (Victoria Plaza, Pereira Plaza y el Arboleda) la Secretaría de Cultura de la Perla habilitó algunos espacios, o stands, sea como se le llame, para dar a conocer a todas estas bellezas con sus bellas obras literarias. Y créanlo, humanos débiles, son bellas obras que bien vale la pena conocer en este “saludo a la bandera”.
No estuvimos en toda parte, ni yo gozo de patas o viáticos pata tanta cosa, pero consideramos que hicimos recocha con buenos poetas, cronistas y escritores. Si sumercé faltó aquí, pa’ la próxima, pues, lo entrevistamos y de paso me invita a tamarindo michelado en el trance.
El hijo de Satán
Empezamos con este jefazo, no es el diablo por viejo, pero sabe muchísimo de la tradición local. Don Arnoldo Rivera Hernández escribe desde hace 15 años, sometido a buen retiro de Fecode, se ha decantado por garrapatear las historias de los pueblos y las montañas. Escucharlo es una gozada: se las sabe casi todas en cuestión de relatos costumbristas del Eje.
Qué buen viejo para saber de tanta vaina de la región, ome. Ah, es que también es historiador y en bellas crónicas o relatos como Los desheredados nos cuenta las peripecias y pilatunas de los arrieros, los primeros comunicadores sociales de la región, como él sabiamente ha decidido llamarlos.
¿Y por qué es hijo del Patas? Pues que no, ya dije que no, que ese es el título de su obra sociológica e histórica, que hace un doloroso trayecto por la Violencia colombiana y sus estragos. Violencia colombiana con mayúscula, tal como le gusta a Jose Eustasio Rivera a y a los historiadores. Compren el libro, el man los invita a tinto.
Gnosis y New Age
Cerca, muy cerca, encontramos una pequeña exposición, bastante nutrida de títulos que los prefiguramos como Nueva Era o biblioteca esotérica. Con absoluta paciencia doña Mona, a quien llamaremos Gloria Mesa, nos explicó que se trataba de literatura para el autodescubrimiento espiritual y psicología trascendental. ¿Objetivos? El autoconocimiento o quiénes somos, algunas de las preguntas que buscan resolver con su repertorio de recursos espirituales.
Desde 2009 el esposo de doña Gloria escribe este tipo de documentos teniendo ya en su haber más de una docena editados y otro número casi similar cociéndose como arrocito en bajo.
A estos textos se puede acercar uno con pericia, curiosidad o vivo interés, lo que no puede faltar es comprarlos, y lo que de verdad no puede faltar es poner de fondo unas buenas rolitas de Enya: a ver si se ponen un poco de Orinoco Flow o Caribbean Blue.
Hemosido devastados
Por allá en un rinconcito farandulero estaba el célebre Caviza, o Carlos Vicente Sánchez, director de la biblioteca Ramón Mejía Correa ¿o es de otra biblioteca? Como sea, por allá estaba ocupado en una buena pauta publicitaria… le abordamos a lo filibustero, es decir, a las malas: nos alcanzamos a medio tomar la foto, y observamos algo de su nueva obra, Los devastadores.
¿De qué se trata? Pues qué les digo, la sinopsis nos habla de relatos de quien no camina la ciudad si no que se la respira, historias de a pie; supongo que historias de humanos débiles y monos ardilla como usted, debilucho lector, y yo. Y le creemos al prólogo.
De momento no tenemos más que decir. El sabio hombre de sombreros variados, al mismo que le podemos atribuir la gesta heroica del Bibliobús, no tenía tiempo para la entrevista. Quedé profundamente devastado al no obtener una suya, ni plátanos me dio. Pero si nos dio abrazo de oso. Vayan, compren el libro y me cuentan de qué va la cosa.
Respirando ciudad y gastando suelas…
Y ese periplo termina allí, por falta de tiempo saltamos directo al Arboleda. Además, allá nos esperaba el Rubius (Miguel Ángel Rubio) quien, como ya verán en una próxima entrevista en nuestra sección ¡Qué personaje!, nos contará sobre su nueva estafa literaria. Ah ya, (esperen me pongo las gafas) … Melancolía del Puerto. Perdonen sus majestades, apenas estoy aprendiendo a leer…
Ya en el Arboleda nos acordamos del poeta cartagenero Luis Carlos López, al ver tanta brillantina y gente luciendo ropa nueva, no pude dejar de sentir lástima por los zapatos viejos del Profe.
Pesos y precios pesados
En fin, entramos a la acción. Llegamos al stand del doc Walter Benavides Antia, profesor de la Universidad Libre, investigador y miembro de la Asociación Colombiana de Historia. Sus rubros eran tan sugerentes como los títulos de sus obras: Cómo América empezó con el Chocó, La fundación de Cartago por el capitán Jorge Robledo (que no, juventudes robledistas, no ese Jorge Robledo).
Justo al lado se hallaba un buen sujeto custodiando el changarro literario de otro buen señor de las nuevas letras pereiranas. Ahora estábamos en el stand de don Fernando Ángel, con su opera prima El mar después de la guerra, una bella ficción novelada del conflicto armado entre la década de los 90 y el 2000. El médico artista, que todavía es un joven, solo 55 años, nos deleita con una obra sensible en prosa: coloquial, humorística, bien “encarretadora”.
Nos dijo el senescal de don Fernando Ángel, ya que no estaba presente, que la obra es de una mirada fresca y en contrapunteo al visionario ya rancio, que tanto nos han cantado y contado de la historia colombiana. Yo que soy un mono ardilla engorroso, me vi cautivado (el único cautiverio que merece un mono ardilla) por la narrativa de este sujeto, tan parecido a mí: embaucador (en el más respetable y loable sentido de la palabra).
Puros pesos pesados del quehacer literario y precios pesados pa’ los que vinieron por la poesía de 20 lucas.
La Cofradía del Amarillosky
Ah, y por allá pillamos al Vate. Que todavía no batea nada, pero dispuesto a la contienda política y cervecera, pero no sin antes ofrecer sus nuevos trucos literarios: es que es un paisa escamoteador con ánimos de ser concejal, cuando menos presidente de junta de acción comunal.
Este sujeto ya no necesita más presentación, pero gracias a su activismo gratuito dos escritores más, no invitados, se acercaron y compartieron el lugar… (Pa’ que les miento, eso era un falansterio de poetas desplumados, con mucha pluma literaria, pero sin una blanca, o sea, sin plata).
Y ahí estaba José Vargas, un llanero que se nos metió de contrabando al Eje y que quiere enredarnos con su obra El susurro de las tripas. El título es serio, aunque yo le dije que bien hubiera convenido llamarla Tormenta de pedos, por ese cuento de pegarse al bus de la fama de GOT o, para ganarse el favor de los más cultos, Peristaltismo del duodeno (aquí salta de su silla un docto de anatomía).
¿Y de qué va la cosa literaria? Pues pinta bien la vaina, es una novela acostumbrada a las opiniones de los llanos, perdón, costumbrista de los Llanos, mediada por un triste fenómeno que nos trae de los pelos: la violencia doméstica. Vayan y compran esa joda también.
Y he aquí otra bella doña mona, o Belladona, doña Martha Lucía Gonzales Parra con un título efectista y una portada que te da en el hocico: Secuestro, venganza y perdón. Supusimos que era buen documento testimonial al haber vendido más que sus compañeros en ese stand al que llamaremos el Gólgota literario. Sin embargo, al oírla hablar de la transacción entre dolor y escritura hoja en blanco, supusimos que la suposición supuesta no era del todo infundada: la novela es bálsamo de autoayuda para toda mujer violentada, así que ojo a la narrativa de tono intimista y confesional, una vivencia cruda, truculenta, pero también llena de esperanza.
Acabada la cosa, y listos para remojar el gaznate —yo solo agua de coco, compadre —, nos encontramos una estrella fugitiva que en cada esquina abriga una esperanza frente a cada sonrisa, pura energía. El creador de El Libro Blanco, Yukko Zen, tácitamente integrante de la Cofradía del Trago Amarillo, también les recibe tragos blancos si le ofrecen. O cemeza.
Este agradable sujeto de luengas rastas, y cara de niño con alma de hombre, se fue en patada voladora contra la ruindad del mundo Occidental y sus afanes de sociedad hiperindustrializada, y la resulta de esa conducta bella y temeraria es El Libro Blanco: un recetario de consejos de meditación, aforismos y meteóricas reflexiones donde tranzan disputas amigables viejos orientales: poetas zen, filósofos, sabios místicos del tao y del sufismo.
Con las monitas:
Luego de escuchar unas rolitas rastafaris del esposo de la yuca, llegamos con las monitas: Paula Arcila, la Fai, y… faltó Mafesaurius, A.k.a María Fernando Chavarro. Las tres capitanean su empoderamiento en uno de los más bellos proyectos culturales y literarios de la región: la Corporación Oshun.
Y pues allí estaban las beldades ofreciendo una buena diversidad de textos de otros escritores de Risaralda, además de sus obras: Naubsecadas, un viaje al kokoro de los quimbayas, traducido en plata blanca, las aventuras del primer cacique de nuestras tierras, relatadas por un viejo sabio con unas ilustraciones de categoría mundial (de solo acordarme se me empozan los ojos de botón ); Ebera Bedea el camino de la lengua embera con la ilustración en portada de una chiquita que se parece en mucho a Lilo pero sin el Stitch; este texto es todo un juego literario para niños y adultos (lo recomendamos para aulas de clases).
Ya saben pues, humanidad, consíganse más monodolares destinados a la cultura pereirana, vea que eso no tiene pierde: no habrá fuga de cerebros ni de capital; esta gente no tiene visa y todo lo recaudado igual va a parar a las cervecerías locales. Por lo menos de los del penúltimo stand entrevistado puedo dar buena fe de ello. O si no vean el ejemplo en la última foto.