Por estos días de juegos olímpicos, cualquier colombiano que se gane una medalla, así sea de bronce, debería merecer toda nuestra admiración. Es más, lo correcto sería aplaudir de pie a todos nuestros deportistas en Tokio, pues si estuvieron por allá, con seguridad tuvieron que realizar esfuerzos sobrehumanos apoyados muchas veces por sus familias y el personal de su liga o asociación. Por eso me distancio de aquellos que, desde el sofá, menosprecian los logros de los colombianos en el exterior.
Muchos de los que nos parecen irrelevantes por la pantalla, son en realidad atletas sorprendentes. El tenista 150 del ranking de la ATP (El Checo Tomas Machac) seguramente es una máquina de entrenar o la tercera portera de la selección boliviana (la suplente de la suplente) sería imbatible para todos los que jugamos fútbol aficionado, porque incluso quienes no son tan famosos, empujan hacia arriba el nivel competitivo y hacen de las superestrellas lo que son.
El nivel de los grandes deportistas está relacionado con el número de aficionados que en su país practican la disciplina. Que tengamos más futbolistas reconocidos que jugadores de críquet, depende en buena medida de cuántas personas en nuestro país juegan uno u otro deporte. Cualquier colombiano, sin importar su condición social, ha visto una cancha de fútbol, así sea de tierra, en cambio, muy pocos se han topado con un campo de hierba ovalado.
Esto lo tiene claro Reino Unido cuya política, para cada uno de sus países se resume en el slogan “Deporte para todos” que se basa en el apoyo decidido al deporte élite, así como al recreacional. Han obtenido resultados inobjetables pues fueron los cuartos medallistas de Tokio con 22 medallas de oro y ostentan el tercer lugar de la historia de los juegos con 847 preseas, superados solo por Estados Unidos con 2.520 y la disuelta Unión Soviética con 1.010.
Estados Unidos, por su parte, desde la Primera Guerra Mundial tiene en los deportes una descomunal fuente de ingresos dado el amplio número de practicantes y de espectadores. Millonarios negocios por derechos televisivos son la constante, sumados al gran apoyo que gobiernos locales dan a las ligas universitarias regidas por la National Collegiate Athletic Association (NCAA) y cuyos contratos se asemejan a los profesionales. Con ello, se les da a los deportistas más promisorios la oportunidad de estudiar una carrera universitaria y alimentar los campeonatos de mayores.
Reino Unido y Estados Unidos, tienen claro un principio del que se habla muy poco en Colombia: la calidad viene precedida por la cantidad. El fomento y apoyo al deporte tanto profesional como aficionado y su masificación, parecen ser determinantes para que, a partir de una gran masa de deportistas, resulten algunos de talla mundial.
Ojalá llegue el día en el que cuando un atleta colombiano logre ganarse una medalla en las olimpiadas, no nos sintamos orgullosos de que haya tenido que superar una niñez llena de dificultades, pues esto en realidad debería avergonzarnos, sino de nuestra política deportiva. Ojalá en un futuro, tengamos un gobierno que, contrario a los que hemos tenido, emule aquello que le ha salido tan bien a otros países.