No ha sido este un tema que desvele a la dirigencia política regional, tampoco a la opinión pública en los niveles necesarios. Las cifras indican que para 2019, cinco de cada diez casos nacionales de explotación sexual, ocurrieron en el Eje Cafetero (Caracol-Radio. Septiembre/2019). Y la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes, ha ubicado a Pereira entre las cinco ciudades del país con mayor aumento de casos.
La prensa regional y nacional ha informado el auge de los delitos sexuales. Escarbando incluso casos como el de Quinchía en el 2018, quedando al descubierto la “radiografía de una red de turismo sexual que tiene en jaque a las autoridades colombianas”.
Jaque a las autoridades judiciales y las que velan por el bienestar de los menores como principales víctimas del turismo sexual; porque los entes gubernamentales deambulan entre la incomprensión del problema y la vista gorda ante las crecientes sumas de dinero que puede mover este flagelo en la región. Como expone la doctora Diana Rocío Bernal: El turismo sexual implica organizar redes complejas que incluyen socios capitalistas, operadores locales en comunidades vulnerables y operadores turísticos, que se coordinan en un contexto de corrupción de las autoridades públicas. (Razón Pública. Septiembre/2018).
Además, los gobernantes locales, dependientes de las estrategias nacionales cada vez menos efectivas, quedan reducidos a agotadas campañas de sensibilización y difusión.
También es menester reconocer causas en el desmonte del aparato productivo industrial y agropecuario de la región, que la empujó al turismo como pretendida actividad sustitutiva. Vino entonces el aumento de la pobreza, y la inspiración y auge de las narconovelas aupadas por el hoy senador Gustavo Bolívar, difundidas con réditos por productoras nacionales e internacionales. Por ende, no solo llegan turistas interesados en los paisajes de encanto, también miles de turistas sexuales.
Todo, facilitado por el desorden global acogido en estos patios criollos. La red turística, refugiada en la vulnerabilidad digital, está al alcance inmediato, hasta el transporte ilegal vía aplicaciones, facilita evadir normas una vez el turista ingresa al país. En Pereira, por ejemplo, abundan ofertas para eludir el control hotelero, viajando hasta viviendas particulares tipo apartamentos y fincas.
Será difícil bajo el actual orden mundial, con los países desarrollados absorbiendo todos los néctares de los tercermundistas, desarrollar el turismo contrarrestando la demanda sexual. Salvo acuerdos internacionales suscritos por Colombia, la marcha para afianzar y aplicar mecanismos interinstitucionales globales, patina en el pantano. Es insuficiente el presupuesto para crear verdaderas unidades profesionales y permanentes, conducentes a ejercer acciones conjuntas.
Un salto adelante, la Unión Europea discute, poner el foco en la demanda del turismo sexual, pues la cantidad de personas explotadas sexualmente no aumentaría, si esta no lo hiciera en igual o mayor proporción. Y son escasos los turistas sexuales ocasionales juzgados y sentenciados (Informes ECPAT).
Finalmente, ¿debe ser prioridad para la región el turismo masivo, conocidas las implicaciones y los factores de riesgos latentes? ¿Sacrificar la sociedad para intentar corregir las “fallas del mercado”?