¡El chiste va algo así!
El hijo va donde su papá y le confiesa que es gay. Su padre, incrédulo le pregunta si tiene carro, apartamento en un buen sector de la ciudad, ropa fina, gustos finos y si es profesional. Ante las negativas del joven a la indagatoria, el padre lo regaña y le recuerda que él no es gay, sino un pobre marica.
Debo confesar que han sido muchas las veces que me he reído con este chiste, ya que como la mayoría del humor que me llama la atención, también es una fuente de reflexión sobre dinámicas sociales que representan la profunda desigualdad e inequidad del mundo, en especial la de América Latina.
Este chiste nos recuerda que al libre desarrollo de la personalidad aún le falta mucho para ser un derecho, mientras sigue siendo un privilegio para la clases pudientes. Esto no sorprende en un país como Colombia, en donde el derecho a la vida es un privilegio garantizado para quienes forman parte de la élite política y económica, siendo los demás víctimas de grupos al margen de la ley o del mismo estado.
A pesar de tener uno de los marcos legales y jurídicos más progresistas e igualitarios de América del Sur, con frecuencia se puede evidenciar lo corta que queda la sociedad a la hora de garantizar los derechos fundamentales para la población LGBTI+ en Colombia.
Con el corazón roto se leen los reportes de la Red Comunitaria Trans, indicando el asesinato de 32 personas en 2020. Personas con una valentía y un coraje inigualable, dispuestas a enfrentarse al repudio y a la estigmatización absoluta de una sociedad cerrada y prejuiciosa.
Aunque esto no es de sorprender en el país del Sagrado Corazón, en donde asesinar a quien no nos gusta es práctica desde las más altas esferas de la sociedad. En su mayoría, podemos contrastar esta experiencia con aquellas personas que tuvieron el privilegio de nacer en familias pudientes, cuyos padres las pudieron sacar del país o cuyo estatus social garantiza el respeto a su individualidad y su identidad.
No solo aquí vemos la desigualdad. También podemos verlo en el acceso a la educación, al trabajo, y a la estabilidad. Cuántas personas LGBTI+ no pueden vivir libremente por miedo a ser despedidos de sus trabajos, o a sufrir matoneo por sus pares, como es evidente en la cantidad de hombres y mujeres enclosetadas en la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, que saben que si salen del closet verán frenadas sus carreras.
Ha sido más de una vez en la que charlando con algún policía o soldado de closet en aplicaciones como Grindr, afirman que lo harán público cuando se retiren, pues así no ponen en riesgo su carrera. Por lo general, son jóvenes que vienen de familias de escasos recursos, que encuentran en estas instituciones la salida de la pobreza y el bienestar de sus familiares. Así sean organismos atados a la homofobia, al machismo y a la transfobia de la iglesia Católica.
En contraste, hay personas como mis amigos cercanos y yo, venimos de familias de clase media-alta o alta, nos educamos en el exterior o en buenas universidades del país, tenemos el capital social, educativo y económico para asegurar nuestros derechos ante cualquier atropello en una sociedad que está diseñada para garantizar el bienestar y el pleno goce de las clases pudientes del país.
Más allá de la tristeza y decepción que puedan sentir nuestras familias en su ámbito personal, no es el mismo miedo a no poder recibir cuidados médicos, a que la policía en vez de ayudarme me vaya a violar o golpear, a que mi empleo no se vaya a ver afectado por ser parte de la comunidad LGBTI+, ni siquiera en misa se me niega la comunión.
Este es el privilegio de ser Gay o Lesbiana, alguien pudiente, de tes clara, en un país que reliega a los demás a ser pobres maricas o areperas de barrio, en constante miedo y batalla por su dignidad, y que en su ser lideran la verdadera oportunidad y liberación de la cuál nos aprovechamos quienes tenemos los medios para hacerlo.
Para más detalles al respecto, les recomiendo ver los reportes de la ONG Colombia Diversa. Esta misma nos indica, que entre 2019 y 2020, ocurrieron en Colombia al menos 448 ataques, además de 75 homicidios en 2020, algunos en manos de la fuerza pública.
Ojalá en este mes del Orgullo LGBTI+ podamos tomar conciencia como nación y sociedad, sobre la importancia de establecer un estado de derecho y de contrarrestar la retórica odiosa y discriminatoria de los grupos religiosos y políticos que forman parte de la coalición de gobierno.