El paro de taxistas revivió el debate acerca de las plataformas de transporte ofertadas en el mercado colombiano. Tema discutido en varias latitudes del mundo. La invasión de aplicaciones para operar vehículos sin atender la normatividad colombiana, afecta a los trabajadores y empresas de taxis, también a la movilidad y al medio ambiente.
Previamente, recordar que para el 2018, escribí el artículo: Uber, ilegalidad moderna. En él amplié con más detalle algunos puntos al respecto; entre otros, que desde el siglo XVIII la humanidad empezó a adoptar medidas para organizar el transporte sobre ruedas con tracción animal; después vino el transporte de tipo mecánico y sus avances, lo que demandó que los estados ampliaran las normas para organizar a los usuarios, medios, empresas y servicios. En esta marcha han ido políticas mundiales de carácter estructural, con casos de alto nivel cultural, como el sistema de taxis negros de Londres, íconos de las novelas de Sherlock Holmes.
Ahora bien, Uber y otras plataformas, han tenido que legalizarse en algunos países, y en otros, dejar de operar ante la negativa para atender las normas del transporte.
Oportuno precisar aquí, en estas apps que operan bajo el modelo económico de “libre comercio”, se han tenido que refugiar muchos colombianos desempleados, cuyas empresas o puestos de trabajo también desaparecieron a causa del mismo modelo en otros sectores de la economía. Son explotados y carecen de las garantías de seguridad social que tienen los trabajadores de empresas de taxis, hecho ante el que los coristas de estas compañías, meten la cabeza en la tierra, evitando exigir que dejen de calificar a sus trabajadores como “autónomos”, y los reconozcan como empleados. Otro gallo canta en países como Reino Unido, allí el tribunal supremo logró que Uber no esquivara la legislación laboral, debiendo reconocer a los conductores como empleados. Por ende, en Colombia, muchos ni operan por las aplicaciones, sino mediante grupos de WhatsApp.
En este contexto tuvo lugar el paro, pues el transporte informal anarquiza al sistema público de transporte que venía demandando mejoras desoídas por los gobernantes. Los impactos a la movilidad son evidentes; en Pereira, por ejemplo, se estima hay cerca de diez mil vehículos en esta condición. El lío es creciente, las autoridades temen hacer cumplir la ley y algunos hasta encuentran allí subiendas electorales; tampoco ayudan algunos taxistas que ofrecen servicios por esta vía. Aquí cuajó una especie de “encanto modernista” que mete reversa en materia de movilidad urbana. Mientras tanto, los fondos del capital financiero de Uber y demás, acumulan ganancias.
Merecida entonces la satisfacción obtenida por el valioso gremio de los taxistas tras el paro y posteriores acuerdos. Protestaron con valor civil contra la ilegalidad, el alto valor de la gasolina que afecta hasta sus críticos, y otras medidas perjudiciales para trabajadores y empresas; también en busca de apoyo estatal para implementar mejoras que hace años vienen proponiendo. Son el primer gremio que logra sentar al gobierno Petro.