Nos guste o no la violencia, es importante recordar que el grito violento de un pueblo oprimido ha sido y sigue siendo un grito legítimo de quienes no tienen voz. No es excusa para el vandalismo desenfrenado, pero solo ha sido cuando los grupos marginados se tornan violentos que la sociedad y los poderes empiezan a escuchar y a ceder ante sus peticiones.
Trending
- Éxodo silencioso: el fracaso del relato oficial y la estampida de colombianos al exterior
- Perdón
- Astrea: El fantasma jurídico que amenaza la integridad del Estado colombiano
- Audifarma, «Corro por Ellos», y el Compromiso Social
- Cuando la tierra se convierte en botín: el caso del predio C5 en Santa Rosa de Cabal
- DESAFÍO INTERIOR
- ¿Estar en la cárcel, un «hallazgo», te hace culpable?
- Alfredo Mondragón: el rostro del oportunismo político en la izquierda radical