El 28 de junio de 1969 ocurrieron dos cosas significativas en mi vida: la primera es que nació mi mamá, convirtiéndose en la princesa de la casa; la otra, en horas de la madrugada se iniciaron los disturbios violentos más significativos del movimiento de liberación LGBTI+ en tiempos modernos.
Yo molesto a mi mamá con que ella estaba destinada a que su primogénito fuera una loca activista apoyando el progreso de las minorías sexuales y de género. Pero esto no se trata de mí, ni de mi familia, sino de la legitimidad del disturbio violento como catalizador del cambio social.
Hace ya casi dos meses conversaba con un amigo en torno al Paro Nacional de los colombianos contra las reformas y la represión del gobierno de Iván Duque y su coalición retrógrada. Cabe resaltar que mi amigo viene de un ámbito familiar pudiente, educado en Estados Unidos, es médico y se considera políticamente conservador, excepto cuando quieren legislar sobre su sexualidad. Más allá de sus opiniones políticas, que son tema para otros tomos, me pareció de suma importancia su afirmación sobre la comunidad LGBT (corrijo: él dijo Gay, excluyendo al resto de nuestra comunidad) sin necesidad de ser violentos, atacar la propiedad, ni enfrentarnos a la fuerza pública, como así tratando de deslegitimar el paro nacional y las peticiones de un pueblo cansado de la pobreza, la corrupción y el abuso. Esto, entonces, me lleva a querer dar un breve recuento de la Rebelión de Stonewall, conocida en inglés como the Stonewall Riots o the Stonewall Rebellion.
¿Qué Ocurrió?
En la madrugada del 28 de junio del ‘69, la policía de Nueva York llevó a cabo una redada en el Stonewall Inn, un bar que ofrecía sus servicios a personas travestis, que hoy consideramos trans, y personas homosexuales, a pesar de ser ilegal. Mientras arrestaban a los empleados del bar y a algunos clientes, la multitud que se estaba aglomerando en las afueras del Stonewall Inn se fue agitando.
Aunque no se sabe bien porqué estalló la multitud, lo que sí se sabe es que el liderazgo de esta rebelión fue en manos de personas latinoamericanas y afroamericanas, en su gran mayoría trans, que empezaron tirando peniques a la policía y en la medida que se caldearon los ánimos, continuaron a lanzar botellas, piedras y molotovs.
La multitud le dañó las llantas a los carros de la policía, que ante la sorpresa de ver a las locas en tono violento se refugiaron dentro del mismo Stonewall Inn. Esto llevó a que para derribar la barricada, los manifestantes incendiaran los carros de la policía y otros del barrio, arrancaran los postes de estacionamiento y los usaran contra las puertas y ventanas del Stonewall.
Prosiguieron a incendiar el establecimiento con los policías adentro. Este tipo de disturbios violentos se presentó en el Village de Nueva York durante seis días, incluyeron ataques al Village Voice; periódico homofóbico. Luego destruyeron más carros y bienes e hirieron a varios policías.
¿Se enojaron las locas y qué?
Aunque no fue ni el primero, ni ha sido el último disturbio violento en el que la comunidad LGBTI+ participa, si se considera el más significativo de la modernidad, ya que en honor a este evento cada año celebramos las marchas de orgullo LGBTI+, hoy globales. De este evento nacen las organizaciones radicales más importantes, lideradas por mujeres trans que llevaron a un cambio real en la sociedad, que a través de las décadas derrocó y cambió el mundo social y político occidental.
¿Y eso que tiene que ver con el Paro Nacional?
Nos guste o no la violencia, es importante recordar que el grito violento de un pueblo oprimido ha sido y sigue siendo un grito legítimo de quienes no tienen voz. No es excusa para el vandalismo desenfrenado, pero solo ha sido cuando los grupos marginados se tornan violentos que la sociedad y los poderes empiezan a escuchar y a ceder ante sus peticiones.
Pensar que algún derecho que ahora tenemos tiene sus orígenes en una demostración pacífica que no afecte los intereses sociales y la seguridad de la sociedad en general, sería no entender la historia.
A mi amigo como hombre gay, le recuerdo que si no fuera por esas travestis negras y latinas, pobres y prostitutas que con tacones, piedras, e incendios se rebelaron en Nueva York, y que lo hicieron también a lo largo de la historia del siglo XX en todo el mundo, hoy seríamos criminales o pacientes en un hospital mental, aunque también nos habríamos reducido a una cifra más de personas asesinadas por no encajar sexualmente.
Ahora en el Paro Nacional, se sigue viendo la presencia de las comunidades LGBTI+. La mayoría nos sentimos identificados en la lucha contra un gobierno que ha tratado de deshacer nuestros logros y protecciones, que ha hecho campaña usando nuestras identidades como referente a lo malo, poniendo el acto de exigir dignidad, como equivalente al comunismo.
En el marco del Paro Nacional se sigue viendo la lucha de la comunidad LGBTI+ en contra de la fuerza pública, que según se estima, es responsable de al menos 75 ataques entre 2019 y 2020. También se suma la defensa de los Acuerdos de Paz, que por primera vez en documento nacional, nos nombra y exige la protección de nuestros derechos y nuestra dignidad.
¿Y qué pasa después de la violencia?
Dicho esto, no nos podemos quedar ahí. La violencia y los disturbios solo pueden ser el catalizador para acciones más grandes e importantes como las que ameritan el futuro del país. Tenemos que salir a votar, lanzarnos a los oficios públicos, fundar organizaciones de apoyo, de educación y de activismo que nos conviertan en un bloque político y económico importante, a las cuales, la clase política tema retar.
Post Data:
Este evento y disturbio violento se considera tan importante para la lucha y el desarrollo de los derechos y la igualdad en Estados Unidos, que el Stonewall Inn y las calles aledañas fueron declaradas un monumento nacional con todos los reconocimientos y las protecciones que esto conlleva.