Nos guste o no la violencia, es importante recordar que el grito violento de un pueblo oprimido ha sido y sigue siendo un grito legítimo de quienes no tienen voz. No es excusa para el vandalismo desenfrenado, pero solo ha sido cuando los grupos marginados se tornan violentos que la sociedad y los poderes empiezan a escuchar y a ceder ante sus peticiones.
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