El carnaval será orgullo de todos
solo si sigue siendo del pueblo.

El Concejo Municipal de Pereira aprobó, con amplia mayoría, el acuerdo que institucionaliza el Carnaval de la Cosecha como evento permanente dentro de las fiestas de agosto. La decisión fue celebrada como un triunfo cultural y turístico para la ciudad. Sin embargo, más allá de la emoción, es necesario hacer una lectura crítica: institucionalizar un carnaval implica compromisos financieros, logísticos y sociales que no pueden quedarse en el entusiasmo del momento.

Las cifras del 2025 muestran el impacto del evento: ocupación hotelera del 85%, más de 18.000 pasajeros movilizados por la terminal de transportes y cerca de 15.000 por el aeropuerto internacional Matecaña. Son datos positivos, sin duda, que demuestran el potencial del carnaval como motor económico. Pereira se proyecta como destino turístico, y la cultura cafetera se convierte en vitrina nacional e internacional. Pero la ciudadanía se pregunta: ¿se garantizará la sostenibilidad o será un esfuerzo que dependa de la voluntad política del gobernante de turno?

Los concejales fueron claros en sus observaciones. El desfile fue exitoso, pero excesivamente largo. Hubo delegaciones que se presentaron cuando ya caía la noche, perdiendo impacto y visibilidad. Se habló de fallas logísticas, como la falta de salidas para vehículos varados, que generaron retrasos de hasta 40 minutos. También se mencionó la necesidad de mejorar la estrategia audiovisual: un evento de esa magnitud no puede promocionarse con un video improvisado de pocos segundos. Aquí se evidencia un reto: si Pereira quiere que el Carnaval de la Cosecha compita con Medellín o Barranquilla, debe aprender de sus aciertos y errores.

Otro aspecto relevante fue la discusión sobre el acceso ciudadano. Varios concejales advirtieron que el carnaval debe mantenerse como un espacio público, gratuito y sin privatización. La institucionalización no puede abrir la puerta a negocios exclusivos que excluyan a la gente. La fiesta será sostenible si logra conservar su carácter popular, diverso y participativo, no si se convierte en un espectáculo de élite.

El acuerdo también obliga a pensar en inclusión. El texto aprobado resalta la participación de niños, jóvenes, adultos mayores, comunidades indígenas y afrodescendientes. Sin embargo, llevarlo del papel a la realidad exige políticas claras de apoyo a artistas locales, convocatorias transparentes y un presupuesto que no dependa de improvisaciones de último minuto. El riesgo es que, con el tiempo, el carnaval se vuelva un desfile repetido y burocrático, perdiendo su esencia comunitaria.

La institucionalización es, en todo caso, un paso adelante. Significa reconocer que Pereira tiene un patrimonio cultural en construcción y que puede convertirse en referente. Pero no basta con firmar un acuerdo. Lo que sigue es más complejo: planear con rigor, asegurar financiación estable, corregir errores logísticos y garantizar que el carnaval siga siendo del pueblo.

El reto está planteado. Pereira puede soñar con un carnaval que compita en grandeza con el de Barranquilla o el de Río de Janeiro. Pero para lograrlo, no basta la emoción del desfile. Se necesita disciplina, transparencia y una visión de ciudad a largo plazo. El carnaval puede ser un motor de orgullo y desarrollo, o puede convertirse en una promesa más que se diluye con el tiempo.

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