En septiembre escribí la columna acerca de “los problemas recurrentes del Deportivo Pereira” y resalté el papel de su hinchada como una de las mejores del país. Pero antes de hablar de esa hinchada especial, recuerdo que, lejos de ser un experto deportivo, más fanático que otra cosa, puse el foco en la responsabilidad de Álvaro López en la actual crisis, lo hice como hincha, y porque también hubo pocas voces que, llamadas a hacerlo, evitaron, hasta entonces, dirigir su aliento hacia dónde debían. Toreado el avispero, no faltó quienes me corrigieran la plana y me aprobaran raspando el nivel de arrojo, mismo del que carecieron tras pusilánimes intereses individuales.
Retomemos mejor el rol de la hinchada, como lo dije en otra columna en la que dediqué el título a Andrés Felipe Quintero, un hincha genuino, de los de a pie; mientras hacía mis estudios, conviví con familias de hinchas pereiranos, lo que me permitió entender y contagiarme de la pasión, como todas y como ninguna, de los seguidores del Deportivo Pereira. Hay buenas crónicas periodísticas, libros y cientos de historias que describen esa pasión, en mi caso, leídas algunas, me bastaría incluso con mi alegría infantil por el más reciente título.
Vamos a las cifras, las que miden la pasión en los registros, a veces importantes, de la hinchada del Pereira, la del regio empuje, la de los inolvidables títulos, la que ha sabido debatir largas jornadas para tratar de aislar la violencia de sus tribunas, quizá lo único que me ahuyenta del deporte de la “caprichosa”. Hinchada que, a pesar de integrar una región pequeña del país, figura entre las más incondicionales. En el 2024 osciló entre el tercer y cuarto puesto de las que más gente lleva a su estadio; y en el 2025, con todo y crisis, es decir, en los momentos como se dice “en que el amor salta por la ventana”, durante la tormenta que pone a prueba el material de los barcos y la verdadera pasión y apoyo, sigue siendo de las que más gente lleva al estadio, está en el top cinco.
La del Lobo Sur, tribuna en la que brota una emoción única incluso para los no fumadores, y las del resto de miles de familias e individuos que no abandonan al equipo, es única en Colombia, porque el amor y pasión es inverso al tamaño de La Perla del Otún. Esa misma hinchada es la que merece respeto, soluciones y perdón, de Álvaro López desde luego, de quien dudo se ‘pare en pelos’; de los gobernantes, que tras el camino del título debieron advertir que los dineros aportados estaban escurriéndose entre los dedos de siempre; y algunos políticos, que se pasearon como litigantes o aves que sobrevuelan en la abundancia, pero abandonan en momentos de crisis. Por lo demás, habrá que pedir perdón a muy queridas empresas regionales que también invirtieron en el equipo y hoy les pagan de esta manera.

