«Capital social»: eso en esencia son las organizaciones como el ÁGORA CÍVICA. Su existencia es una prueba de dos cosas. Que ese capital existe, que es poco y muy valioso.
La https://opportunityinsights.org/ hace unas semanas publicó en https://www.socialcapital.org/ un estudio, en el cual concluye Los niños que crecen en comunidades con más conectividad económica (interacción entre clases sociales) tienen más probabilidades de salir de la pobreza; Desafortunadamente las redes sociales están muy estratificadas por clase socioeconómica: la gente tiende a entablar amistad con personas de ingresos similares; Las diferencias en las conexiones económicas pueden explicar la relación entre la movilidad ascendente y otros factores como las tasas de pobreza y la segregación racial; La desconexión social por clases se debe en igual medida a la segregación por ingresos entre entornos sociales y al sesgo de amistad dentro de los entornos (es decir) la tendencia a entablar amistad con personas similares; Incluso Otras formas de capital social -como el grado de cohesión de una comunidad o el nivel de compromiso cívico- no están muy relacionadas con la movilidad económica; y cierran diciendo que: Tanto la segregación como el sesgo de amistad están determinadas por la estructura de las instituciones y pueden reducirse mediante cambios específicos en las políticas locales.
El estudio fue hecho para EEUU, pero la conclusión es universal: avanzamos más entre menos nos segreguemos. ¿Cuántas organizaciones públicas o privadas juntan personas de todos los estratos sociales en igualdad de condiciones? Creo que en el eje cafetero sólo hay una. El ágora cívica. Un espacio en que interactúan empresarios y sindicalistas; gobierno y oposición; pobres, clase media, ricos; etcétera; todos nivelados con un solo rasero: son CIUDADANOS punto.
Si bien el ágora perdió mucho de su ritmo en la pandemia, reduciéndose a un chat donde pocos participan, casi siempre para criticar sin proponer, para quejarse sin plantear soluciones, muchas veces en temas en los que tiene cero incidencias, mientras la mayoría sólo lee y ni siquiera opina… El «ÁGORA» ahí sigue, ahí va, llegando a su año 10 (enero 13/2023). Recientemente realizó sus PREMIOS A LA CIUDADANÍA. En gestión social, ganó el CIUDADANO Jaime Abello (Mucha Calle), la categoría «Ciudadano Funcionario» fue declarada desierta (curioso, llamativo, preocupante) y el ganador del premio central, a la ciudadanía, fue el CIUDADANO Rubén Darío Jaramillo Montoya (Risaraldense, Obispo en Buenaventura).
Si fortalecer el capital social, nos hace avanzar más, entonces, fortalecer el ágora cívica, nos ayuda a todos. Las organizaciones sociales de ese tipo reflejan las relaciones humanas. Hay un núcleo con un alto nivel de compromiso, el círculo 1; hay otro que ocasionalmente colabora, círculo 2, y finalmente hay un tercero, que esencialmente está ahí para el chisme, digo, para informarse. Esos círculos se mueven, son como un bus, se van moviendo. Mucha gente se sube, poca toma asiento y son menos los que están listos para manejar el bus. Eso es normal. El gran reto que tiene el ágora es superar la virtualidad, el «chateismo» (creer que se HACE sólo desde un chat) y recuperar el núcleo, el círculo 1, que aliente el 2… «gorrones» siempre habrá, algunos dejarán de serlo.
¿Quién decide el futuro del ágora cívica? Pues sus miembros. Veremos qué pasa en su asamblea anual en enero. La ciudad, el departamento, la región, gana, con un ágora cívica fortalecida.
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