“Habrase visto”, me respondió doña Blanca cuando supo que el tinto que le están vendiendo es café importado de baja calidad y que la Federación de Cafeteros compró café de este tipo. Y es que para el 2022 Colombia importó 2,3 millones de sacos -usado para procesar, mezclar y hasta “completar exportaciones”- casi el 20% del total producido en el país, un millonario negocio. Y a mayo del 2023 iban cerca de 700 mil sacos (Registros DIAN). Y un nuevo capítulo, importación masiva de semilla cafetera.
El asunto adquiere especial gravedad porque la propia Federación entró al negocio, como denunció Aurelio Suarez en su columna “El café que tomamos es importado, otra proeza de la Federación de Cafeteros” (Semana, junio/2023). Café que no pasó la prueba de catadores colombianos certificados, y como reconoció el gerente a horas de revelarse el caso, “tenía hasta 30% de canephora” (conilón). Pero aún así Almacafé, departamento de la Federación que trilla café, adquiere y distribuye productos y subproductos para las exportaciones oficiales, se lo compró a un importador del Huila “a precio de café colombiano, por más de 14 mil millones de pesos, con recursos públicos del Fondo Nacional del Café”.
Luego intentaron bajarle presión a la olla, en la idea de un error de buena fe, tema frente al que agregó el gerente Bahamón en el Diario del Otún: “es una cosa bien pequeña que no puede desviar la atención y tratar de enlodar todo lo que hacen los cafeteros colombianos…” (El Diario, julio/2023).
No obstante, tras rueda de prensa en la que los líderes cafeteros del país anunciaron movilización nacional a Armenia el 17 de agosto, que incluye reclamos por las compras de café extranjero, sacaron al gerente de Almacafé.
Este asunto encarna nuestras raíces cafeteras. En 1995, cuando muchas familias cafeteras aún veíamos televisión a blanco y negro, se emitía en Colombia la novela de Fernando Gaitán “Café con aroma de mujer”, cuyo hilo incluía el fraude de las exportaciones ficticias de café a manos de “Cafexport”; en un capítulo específico el gerente de la entidad que hacía las veces de Federación, dialoga con su representante, le remarca que deben dar explicaciones muy claras, porque el delito es muy grave… “-Eso a mi modo de ver es asqueroso, no se puede jugar así con el gremio, con el prestigio del café colombiano”. Después agrega que “el caso va para la justicia penal porque no se trata solo de un problema moral”.
La pregunta es por qué lo que bien comprendiera Gaitán de la cultura y la imagen del café colombiano, ¿lo minimizó tanto el gerente de la Federación, Germán Bahamón? ¿Desconoce lo que esto implica frente a los reglamentos de certificación de origen de la Organización Internacional del Café, y los riesgos a la prima pagada al café colombiano? ¿Y los controles fronterizos de inocuidad? ¿Serán estos reclamos “una conspiración” como él lo ha señalado?