Cuarenta y cinco candidatos se inscribieron para el apetecido cargo de gerente de la Federación de Cafeteros de Colombia. La baraja incluía cafeteros, cuotas políticas y comercializadores. Quedaron siete, escogidos por las directivas cafeteras. De ahí postularán la terna de la que se elegirá al gerente. Cualquiera sea la persona, le corresponderá resolver la principal variable de la política cafetera colombiana: caficultura de costos crecientes y rentabilidad decreciente.
En cuanto a rentabilidad, la caficultura empresarial de la región central y sur del país, enfrenta costos de producción de $1.700.000 por carga. Partiendo del rendimiento promedio anual de 150 arrobas (15 cargas) por hectárea -a precios actuales- serían 30 millones de pesos de ingresos; luego al restar los costos, quedan $4,5 millones, arrojando una rentabilidad de apenas entre el 8 y el 10% sobre el valor de la tierra (a $50 millones promedio la hectárea). Y en el caso de la pequeña caficultura, de subsistencia, hace rato se reventó el barzón; pues la rentabilidad en municipios de producción minifundista como Quinchía o varios del Cauca, cae del 3%, representando ingresos inferiores al salario mínimo mensual. Todo esto, con crédito del 21%, e índice de precios al productor IPP en agricultura, superior al 20% (DANE, febrero/2023).
Agréguense componentes estructurales como el desgaste de los suelos. De hecho, Caldas, Risaralda y Tolima son las regiones con mayor área sobreutilizada, con 54%, 46% y 44% respectivamente (IGAC.2017). Esto profundiza la afectación de la función del suelo como sumidero de carbono, reduce la productividad y aumenta la dependencia de los agroinsumos limitando aún más el acceso a estos productos. Mientras, los buques con fertilizantes del gobierno Petro, han tenido problemas para salir del puerto de las promesas iniciales.
Por otro lado, no es buen augurio que prime el criterio de experiencia externa, estirado por el ministro Ocampo a tal punto, que brotaron las rapiñas políticas abrigadas bajo el actual gobierno. Igual de importante debería resultar la experiencia en mercado y política cafetera interna.
En este orden, urge un gerente que lidere la unión de países productores de la región para cambiar el actual mecanismo de fijación del precio para que sea rentable y remunerativo, recupere los requisitos comerciales de calidad del grano que han sido desmontados, impulse y estimule programas públicos de alimentación que incluyan bebidas de valor agregado a base de café, promueva subsidios para los insumos y requiera un plan nacional alternativo de abonos.
Además, que atienda las denuncias sobre más de la mitad de las cooperativas cafeteras del país enredadas en las ventas a futuro y enfrente los efectos de las políticas de Ocampo, miembro del comité directivo de Federecafé. Finalmente, bajarse el salario de $140 millones del actual gerente, causante del rechazo general, pues no tiene presentación que a costillas de las familias campesinas, gane más que el mismo presidente de la república. Recordar que, cuestiones estructurales y coyunturales menos crónicas, condujeron al paro cafetero más grande de la historia colombiana, justo hace diez años.