Los debates presidenciales en una democracia responsable tienen un fin informativo. Con ellos, los candidatos tienen la posibilidad de exponer, argumentar las propuestas y contraargumentar las del contrincante. Durante la primera vuelta presidencial, se realizaron tantos debates que rayaron con la exageración. Sin embargo vale la pena preguntarse si los mismos son efectivos a la hora de decidir el voto, pues fueron precisamente quienes decidieron no asistir a los mismos los que hoy están en la segunda vuelta presidencial.
Un debate final, necesario para aclarar dudas, conocer las propuestas replanteadas producto de nuevas alianzas y ayudar a definir el voto indeciso es necesario, lastimosamente no será posible. El candidato Rodolfo Hernández argumenta no estar dispuesto a exponer sus ideas en tan poco tiempo y en medio de tanta polarización. Participar en un debate final, teniendo como único contrincante a Gustavo Petro conocido por su fluidez e inteligencia en sus intervenciones, no es el mejor escenario para el candidato que va bien en las encuestas. Esta situación ya la habíamos vivido hace cuatro años con el actual presidente Iván Duque, quien también se negó a participar en debates durante la segunda vuelta, una estrategia que parece ser exitosa electoralmente y contraria a la calidad de la democracia. Sin duda son las redes sociales y las encuestas las que tienen un mayor peso para definir el voto.
El éxito digital que ha catapultado a Rodolfo a segunda vuelta, es evidente. Sin embargo no fue solo eso. El candidato innovó en Tik Tok y lo conectó con la población joven, fue el candidato que más creció en Facebook red con mayor cobertura en la población más adulta y rural, obtuvo apoyos orgánicos en Instagram, usó un lenguaje sencillo y popular y logró que la misma ciudadanía diseñara contenidos digitales que él mismo replicó. Así a muchos no les guste, Rodolfo fue coherente en su discurso y su lenguaje “grosero”; se vendió siempre como un candidato digital y dejó en evidencia que llenar la plaza pública está relacionado con la política tradicional.
Sin embargo, hubo además un contexto apropiado que lo catapultó. El malestar de la ciudadanía frente a la polarización que movilizó desde hace años el “No más Petro, No más Uribe” y los cuatro años de ataques constantes, mentiras y “quemada” a quien se pensaba podía ser el más fuerte contrincante de Petro en segunda vuelta, permitió que Rodolfo capitalizara ese hastío de estar entre la Izquierda y la derecha y el desgaste de Sergio Fajardo. Las encuestas lo han dicho siempre: el 70% de la población colombiana se identifica en posiciones de centro derecha. Los líderes de izquierda no han querido escuchar y contrario a ello atacan, anulan, se burlan y agreden verbalmente y sin piedad a todo aquél que no apoye a su candidato. Esa terquedad y agresividad los tiene hoy a punto de perder la presidencia. Es tanto el fanatismo petrista que hasta a mi que me he mantenido 20 años crítica de Uribe, ya me dicen uribista por haber apoyado a Sergio Fajardo en su campaña y ser crítica de Petro. Aunque no les guste, yo también hago parte del “No más Petro, No más Uribe”.