Tiempo atrás el diario The New York Times abordó el estudio de Common Sense Media “El Censo del Sentido Común: Uso de los medios por parte de preadolescentes y adolescentes”. El reportaje: “La brecha digital entre niños ricos y pobres no es la que esperábamos”, analiza el hecho que las escuelas públicas estadounidenses siguen promocionando dispositivos con pantalla, mientras los colegios ricos prohíben por completo estos dispositivos para el proceso de enseñanza aprendizaje en sus clases.
Si bien todo lo que acontece en latitudes diferentes, en especial cuando se trata de las asimetrías entre las potencias económicas y los países colonizados, hay que verlo lejos de la óptica de los moldes, es un hecho que la persecución del cierre de la brecha digital, no solo ha sido un calco del atraso nacional, servido además como consigna de todo político de bajo nivel, sino que está omitiendo los efectos nocivos sobre el aprendizaje de los estudiantes. La meca de Silicon Valley adopta cada vez más medidas para que sus hijos crezcan alejados de las pantallas en la escuela y el hogar, al tiempo que su nación subvenciona cada vez más programas y crea estímulos para aquellas instituciones educativas que implementen mayores programas bajo el modelo de la digitalización.
Los problemas abordados, desde la atención y el comportamiento, ensanchando el grupo masivo de población que cada vez necita acudir más al sicólogo y programas similares, trasciende también a la pérdida de los métodos tradicionales de aprendizaje, esos mismos que por la alergia colectiva hacia la palabra tradicional y que hoy repercuten en la caída de los niveles de aprendizaje en las áreas básicas del conocimiento de niños y jóvenes en varias partes del mundo. A medida que los centros educativos, en todos los niveles, sigan apareciendo como primer eslabón de venta de los artefactos y programas de Sillicon Valley, invocando la adopción de la inteligencia artificial, sus efectos negativos sobre la inteligencia real son cada vez más evidentes. No en vano compañías como “Apple y Google compiten ferozmente para introducir sus productos en las escuelas y dirigirse a los estudiantes desde una edad temprana, cuando comienza a forjarse la lealtad a la marca.”
Tampoco la calle es la misma en la que crecimos nosotros, los peligros ya te asoman por la ventana, los parques, pocos, hay quienes consumen drogas o alcohol en espacios públicos sin considerar los derechos de los menores, cuando no es con quienes pasean mascotas sin las medidas de cuidado requeridas, etc. Y la economía hace boom
Valdría la pena entonces que a nivel de la política pública educativa, se discuta el gran experimento social del que los niños están siendo objeto con la tecnología. Todo esto pasa desde luego por la contradicción más fuerte entre las sociedades, la brecha de la desigualdad. En Estados Unidos los expertos, los padres, en demasía quienes trabajan para grandes compañías de tecnología y entretenimiento en la web, alejan a sus hijos de las instituciones que más promueven la digitalización en la escuela, como dice el reportaje citado “el privilegio de elegir”, ese que escasea cada vez a mayor ritmo en el mundo y en particular en Colombia.
Un buen punto de partida sería reflexionar acerca de un aspecto que señala el reportaje, ¿por qué quienes desarrollan estos productos se vuelven más cautelosos con sus hijos de cara a las “habilidades del futuro” que sus compañías nos quieren vender?

