Muchos expertos coinciden en decir que hubiera sido mejor no incluir los impuestos a las bebidas azucaradas y los alimentos ultra procesados en la reforma tributaria, máxime cuando el objetivo no es recaudar dineros, sino desincentivar el consumo.
En el año 2016, Alejandro Gaviria siendo Ministro de Salud propuso el mismo gravamen y manifestó que “la experiencia mexicana, entre otras, muestra que los impuestos a la comida chatarra no funcionan porque la definición es compleja y, por lo tanto, la definición de la base gravable es muy difícil.[1]” Para entonces, muchos de los que hoy apoyan la propuesta de Gustavo Petro estuvieron en contra, reforzando eso que la política nos ha enseñado: el interés no es el bien general, sino el autor del proyecto.
En ese sentido, ha resultado muy interesante ver la transición de las barras bravas que acompañaron a Gustavo Petro en campaña, siendo hoy fieles a sus prácticas. Se podría decir que el debate mantendrá el nivel que mostró meses atrás y que la libertad de expresión será cada vez más acribillada en un metaverso furipetrista que a través de un clic alcanza millones de interacciones.
La realidad es que de salir adelante la reforma tributaria, las bebidas azucaras tendrían un incremento de 18 o 35 pesos por cada 100 mililitros según la cantidad de azúcar que contengan. Los alimentos ultra procesados sufrirán un incremento del 10% del valor final al consumidor, es decir, $100 pesos por cada $1.000 pesos. En ambos casos, incrementos que sin duda el consumidor asumiría, sea por necesidad o por gusto.
¿Y si se cambia de hábitos?
Algunos defienden el punto de las bebidas azucaradas y demás productos de consumo a través del cambio de hábitos o de reemplazar A por B; como si fuera así de fácil. Resulta interesante ver que quienes opinan son justamente los que lograron cambiar sus hábitos a priori o los que simplemente no han sido consumidores de gaseosas, salchichones, empaquetados y demás.
Otros en cambio caen un poco más bajo, inundan las redes sociales de memes ridiculizando a todo el que se oponga a la medida, asumiendo además que por oponerse se es uribista, entonces resaltan sus ínfulas de superioridad moral y agregan que los pobres si podrán reemplazar la gaseosa por un jugo, a diferencia de los ricos.
La realidad es que el mundo ha demostrado que al ser humano se le dificulta cambiar de hábitos. Se conocen diferentes técnicas para lograrlo con mayor efectividad: la de los 21 días, la de los cinco segundos, la de pomodoro (para hábitos de estudio) o las de cadenas de comportamiento.
Por lo tanto, ha sido evidenciado que más impuestos no es igual a menor consumo, de ahí que el gobierno en su demagogia diga que no busca recaudar dinero, sino desincentivar la compra, ¿cuál sería la lógica si no se cumple con la meta de recaudo? Ellos saben que las mayorías seguirán consumiendo, aún con el sobrecosto.
¿Egoísmo colectivo?
En campaña fue común acumular diagnósticos a la salud mental por cuenta de aquellos petristas que buscaban transformar a los que no nos sentíamos representados. Es sin duda una constante que aún se da, ya no con fines transformadores, sino con la intención real de querer hacer ver a los que estamos en contra del gobierno como enfermos mentales o como uribistas, porque el debate parece no darles para más, en adición a haber olvidado el respeto por las libertades.
Hace seis años cuando Alejandro Gaviria propuso lo de las bebidas azucaradas, con justa razón el petrismo y el resto de la oposición hundieron el artículo argumentando que era una medida regresiva y que el gobierno no tenía por qué meterse en la alimentación de los hogares.
Hoy el mismo petrismo defiende el impuesto, ridiculiza a todo el que se oponga, da clases de nutrición y sugiere cómo reemplazar A por B; como si para los ciudadanos que traen el mal hábito fuera tan fácil, como si en realidad lo fueran a cambiar de tajo.
Esa arrogancia que ha caracterizado a la mayoría del petrismo, termina ejerciendo un egoísmo colectivo que viola las libertades de los que piensan diferente y que excluye a un sector de la población que no tiene la formación, la capacidad o la energía para alzar la voz.
¿Se afecta la clase media y baja?
La reforma tributaria no encendió las alarmas como se esperaba, pero claro que irá en contravía de la clase media y baja.
De hecho, el documento dedica decenas de páginas a explicar que los colombianos pagamos menos impuestos en comparación con otros países OCDE, plasmando una narrativa ambigua que pareciera querer generar remordimiento para que no tengamos cómo quejarnos.
Ese discurso de no más impuestos porque estamos en crisis y ya pagamos suficientes, parece ser que se quedó en campaña.
Es cierto que el documento tiene cosas importantes por destacar; por ejemplo, la eliminación del 4X1000 para aquellos que tengan movimientos inferiores a 13 millones mensuales. Luego tampoco hay necesidad de aplaudir muy duro, recordemos que actualmente todo el que mueva menos de 350 UVT (12.700.000 aprox.) ya estaba exento de esta medida, eso sí, la novedad es que ahora se podrá tener más de una cuenta libre.
Por lo demás, gravar productos de consumo, algunos de la canasta familiar así muchos estén en desacuerdo con el DANE, es con claridad una medida regresiva que va a lastimar de manera categórica a las familias de bajos ingresos.
También lo hará la cantidad de impuestos a empresas grandes, las medidas con la gasolina o el incremento de los plásticos, pues es sabido que el valor del gravamen se le incrementará al consumidor final y esté terminará sin opción. Pensar que las empresas serán las perjudicadas termina siendo ilusorio y emotivo, así algunos sean muy hábiles en mostrar quiénes son los dueños de X o Y empresa.
¿Y entonces?
Da gusto leer las páginas introductorias del documento, se nota la intención pedagógica o el objetivo de querer suavizar al lector para que sean menos las objeciones.
Lo consignado alrededor de la crisis alimentaria y de los niveles de pobreza extrema en Colombia alcanza a ser conmovedor, pero cómo garantizar que los recursos recaudados sean bien direccionados; cuando vemos a un gobierno burocrático que además de crear nuevos ministerios, está anunciando 6 mil nuevas plazas para la DIAN; ¿quién garantiza que el recaudo de la tributaria más alta de la historia del país, no va a cubrir esas altas nóminas?
Como estábamos antes de la posesión, así seguimos: llenos de incertidumbre.
Datos curiosos sobre la reforma tributaria
- El 98% de los colombianos no tendrán afectación en cuanto a sus ingresos.
- Las regalías ya no son deducibles.
- Las bebidas azucaradas tendrán de 18 o 35 pesos por cada 100 ml, según la cantidad de azúcar que contengan.
- Los alimentos ultra procesados tendrán un impuesto del 10% del valor final al consumidor.
- No más días sin IVA.
- Ganancias ocasionales pasan a gravarse como un ingreso cualquiera.
- Las exenciones a la gasolina desaparecen en las zonas de frontera.
[1]https://www.semana.com/nacion/articulo/alejandro-gaviria-defiende-impuestos-saludables-a-gaseosas-y-cigarrillos/502445/