El cambio prometido,
atrapado en los sótanos del poder.
El espejismo del cambio
El gobierno que prometía transformar el país, defensor de los desprotegidos y estandarte del cambio, enfrenta hoy acusaciones que erosionan su credibilidad. En el corazón de esta tormenta está Marelbys Meza, exniñera de Laura Sarabia, jefe de gabinete del presidente Gustavo Petro. Su relato expone un entramado de abuso de poder, intimidación y manejo oscuro de las estructuras de seguridad del Estado, poniendo en tela de juicio las promesas de un «nuevo comienzo».
Marelbys no es una figura política ni una adversaria del gobierno. Es una mujer común que confiaba en quienes la rodeaban, hasta ser llevada a los sótanos frente a la Casa de Nariño, sometida a un polígrafo, acusada de un robo sin pruebas y tratada como una amenaza más que como una víctima. Su historia trasciende lo personal: es el reflejo de un sistema más interesado en proteger a los poderosos que en garantizar justicia.
La voz de Marelbys Meza
Marelbys dedicó años al servicio doméstico en casas de altos funcionarios del Estado. Su voz, hoy incómoda para el poder, es una denuncia viva contra las entrañas de un sistema que, bajo la bandera del cambio, repite las prácticas que dice combatir. Fue señalada injustamente por un presunto robo en la casa de Laura Sarabia, enfrentando atropellos que incluyeron interrogatorios sin garantías y la constante violación a su dignidad. Su vida fue desmantelada: acusada de ser “cabecilla del Clan del Golfo” y víctima de chuzadas telefónicas, pasó de ser una empleada confiable a una figura estigmatizada.
Su relato no es solo un incidente aislado. Es un retrato del abuso de poder que opera con impunidad desde los sótanos del gobierno hasta sus más altas esferas. Marelbys Meza es una voz incómoda porque desenmascara la narrativa oficial, evidenciando cómo el poder, aún bajo el discurso del cambio, perpetúa las mismas prácticas opresoras.
El círculo de poder
El entramado detrás de la historia de Marelbys desvela un círculo de poder donde las jerarquías políticas y las conexiones personales se convierten en herramientas de intimidación. Laura Sarabia, epicentro del caso, es señalada como la funcionaria que ordenó el interrogatorio irregular y permitió las prácticas de vigilancia ilegales. Su relación con el coronel Carlos Feria, jefe de seguridad de la Presidencia, consolidó un operativo que incluyó la movilización de recursos estatales para perseguir a una empleada doméstica.
El uso de estas estructuras para encubrir errores y proteger a los cercanos al poder desmiente la narrativa de transparencia y justicia que el gobierno enarboló en su discurso. Las instituciones, lejos de garantizar derechos, operaron como un instrumento de persecución personal, mostrando que la continuidad de las prácticas tradicionales supera cualquier promesa de transformación.
El espejo de un sistema intacto
El testimonio de Marelbys Meza conecta directamente con los vicios históricos de la política colombiana: el encubrimiento de los poderosos, el uso de instituciones públicas para fines privados y la manipulación de la justicia. Lo que prometía ser un gobierno diferente parece replicar las mismas dinámicas corruptas, utilizando la maquinaria estatal para proteger a quienes ostentan el poder.
Las implicaciones son profundas. No es solo el caso de una mujer enfrentada al sistema; es la confirmación de que el cambio prometido se desvanece frente a la realidad de un gobierno atrapado en las prácticas que dijo combatir. La pregunta inevitable es si Petro es realmente el agente de cambio que proclamó ser, o si su administración es simplemente otra pieza del engranaje político que perpetúa el statu quo.
El espejismo del cambio
Las acusaciones contra el gobierno, respaldadas por las investigaciones judiciales, son un golpe directo a su narrativa. Marelbys fue sometida a un polígrafo en condiciones intimidantes, etiquetada como una delincuente para justificar un operativo desmedido y abandonada tras el escándalo. En contraste, figuras como Laura Sarabia fueron protegidas y reintegradas al poder, evidenciando una lealtad institucional que prioriza el encubrimiento sobre la rendición de cuentas.
Este no es un caso aislado. Desde los señalamientos contra Nicolás Petro hasta las alianzas políticas cuestionables, el discurso del cambio se ha llenado de contradicciones. Las instituciones que debían ser transformadas parecen operar con los mismos vicios, aplastando a quienes no tienen cómo defenderse y blindando a las élites del poder.
Más preguntas que respuestas
El caso Marelbys Meza deja una cicatriz profunda en el discurso del cambio. Sus implicaciones no solo afectan la imagen del gobierno actual, sino también la confianza de una ciudadanía que depositó su esperanza en una transformación estructural. ¿Cómo construir un futuro político creíble cuando el presente se parece tanto al pasado?
El legado de Petro, hasta ahora, está atrapado entre contradicciones y decepciones. Si el cambio prometido no se concreta, las consecuencias para el país serán graves: una ciudadanía aún más desencantada, un sistema político más corroído y un futuro donde el escepticismo será la norma. Marelbys Meza es un recordatorio vivo de que las promesas vacías tienen un costo, y ese costo, tarde o temprano, lo paga el pueblo.