Ahora resulta que Rosalía es latina y que su música es rock, vaya, vaya.
De los mismos creadores de “Eres un sudaca, regresa a tu platanal”, llegan “Los europeos también somos latinos”.
Especialmente cuando hay dinero y premios de por medio, qué conveniente.
He recibido variados comentarios de amigos europeos, muy molestos ellos, por cuenta de este video en el cual hago una deportiva y peregrina didáctica sobre lo que es Latinoamérica, Hispanoamérica e Iberoamérica.
Al respecto, la defensa es corajuda: ellos también son latinos y la cantante catalana Rosalía sí que es latina.
(Algunos prefieren que le diga cantante española, así como otros no consideran a Piqué español, sino catalán. Reina la conveniencia).
Algunos ―no todos—, ahora son latinos; para lo demás gozan de una visión eurocentrista. Eso ya es típico, y puede observarse en libros de Historia.
Pero aquí dos cosas: ni Rosalía es latina (sensu stricto), ni su música es rock.
¿A qué viene a cuento lo del Rock?
Pues resulta que Rosalía se alza nuevamente con un premio que, a criterio de muchos internautas, debiera ser otorgado solo a los latinos. Y, nuevamente, porque ya sucedió en los MTV Music Awards 2019, categoría mejor video latino, y eso generó una gran polémica.
(Pero tío, no puedes decir eso: Shakira es española y ha ganado muchos premios latinos también… Ah, no que, si lo puedes decir, con lo de la ″tiraera″ a Gerard y el problema de Hacienda ya ha dejado de ser una tía).
Convengamos que, en términos musicales, las rolas de Rosalía son latinas, en España no la consideran latina sino española (pero no es molesto que sea latina si de por medio hay premio), además de que hay cierto facilismo de los amigos de USA de los Grammy y MTV cuando, desde lo cultural, meten en la misma bolsa a las producciones latinas y europeas solo por escuchar que alguien habla español.
Ni culpa tendrá la Rosalía, que música “chévere” sí tiene.
(Y que “chévere” es un africanismo, pero es una palabra tan sabrosa que en Europa también quieren “expropiarla” y decir que es un invento francés).
Convengamos una cosa más: la Academia Latina de la Grabación (Grammy) incluye músicos estadounidenses e ibéricos (lo que vincula a España y Portugal), por lo tanto, la muy bella y talentosa Rosalía (y no es sarcasmo, en verdad que es una diva), es acreedora de los premios.
Asimismo, la industria gringa del cine, desde los años 30, empezó a llamar latinos a actores, productores y directores franceses. No es un invento nuevo, pero ser latinoamericano es otra cosa.
Latino, en palabras sencillas, sufrió de una sinécdoque: por amplia aceptación pragmática y sociocultural un latino tiene sus raíces en América. Un hispano puede considerarse para otra definición bastante accidentada e impuesta mayoritariamente por USA con propósitos migratorios y censales.
¿Entonces qué es ser latino?
Latinoamérica es una palabra de reciente cuña. Obedece en gran parte a los rasgos culturales que compartimos las naciones en la América Latina, es decir, la América que desde lo lingüístico comparte lazos con lenguas romances como el español, el francés y el portugués. España no está en América, hay que señalarlo, pero el español hace parte de la familia romance.
Instituciones de USA son excluyentes al referirse a la población migrante americana como hispanos, toda vez que esto no incluye a la población brasileña allí radicada.
Por su parte, los europeos defensores de su abolengo latino se sitúan en el influjo del latín tardío, “Relativo a la antigua región italiana del Lacio, a los pueblos de los que Roma era la metrópoli o a sus habitantes”, según el diccionario de Oxford.
Hasta ahí la cosa es comprensible. Por lo tanto, se puede presumir que un italiano, un rumano, un español, un portugués o un francés pueda presumir, en bonanza cultural caribeña, que él también es latino.
Claro que sí. Bienvenidos hermanos latinos. Aquí siempre hubo lugar para todos.
Sin embargo, y si observamos con detenimiento la literatura del caso, latino o latinoamericano se circunscribe a unas características específicas ya mencionadas (geografía, etnografía, sociedad y cultura), que superan el componente idiomático.
Mejor dicho, y sin caer en chauvinismos pendejos: una cosa es lo lingüístico, y otra cosa es lo sociocultural y geográfico.
Ahora, cuando un europeo defiende con ardentía el derecho a la transculturización de los valores caribeños y latinos, juega al Lecho de Procusto, esto es, calza a la fuerza ese abolengo para poder recibir las dádivas gringas de los Latin Grammy o de MTV.
Bueno, ya entrados en gastos, y por natural consecuencia del mestizaje del siglo XV en adelante, yo puedo considerarme español de pura cepa, (¡y olé, tíos), si me ciño a esa premisa histórica. Así que puedo participar en cuanto certamen literario hay en la Madre Patria sin certificar ninguna otra cosa. Así de fácil.
Pero no, no puedo. En muchos de esos abundantes certámenes de ayuntamiento figuro como latino, y no como europeo. Y eso ya me descalifica. O sea que lo de la ciudadanía de mundo es buena hasta que toca compartirla y recibir refugiados.
Y como estamos en la era de la confusión, y de la inversión de todo objeto cultural para que pase la aduana de las “compras”, resulta que la música rock es la música que hace Rosalía por encima de la que, en Latinoamérica, hace décadas hacen Aterciopelados, Fito Páez y Jorge Drexler.
En breve Bad Bunny será el nuevo Elvis Presley.
(Llamado de atención a los organizadores de estos certámenes, muy sencillito: para evitar futuras polémicas bizantinas, cambien el nombre, o identifiquen sin pereza qué es ser latino y qué es ser europeo; mejor aún, ofrezcan un par de categorías a Iberoamérica, así todos contentos).