Dos ejemplos que desarrollaron la educación para tratar la obesidad: Ámsterdam, Países Bajos, tiene un programa educativo enfocado en bajar el sobrepeso en menores de edad. Después del diagnóstico, viene el asesoramiento dietético, planes deportivos, y la acción de expertos nutricionales que hacen seguimiento domiciliario individual. También promueven que los niños no lleven alimentos azucarados a los colegios. Y prohíben publicitarlos en eventos deportivos, e incluyen arandelas sobre la multinacional de “comidas rápidas” McDonald. Y han optado por dialogar con la industria. Así lograron bajar la obesidad infantil a menos del 10%. Al programa asignan cerca de US$7 millones anuales.
Y Japón, mediante el Shuku-Iku, ley de educación alimentaria que es política de Estado, educa a los niños sobre la cadena alimentaria, procedencia y producción de los alimentos. Los menores participan en la preparación y distribución de los alimentos escolares, y estudian la relevancia de los productos locales, guiados por un equipo de nutricionistas titulados en docencia. Y los empresarios participan de los programas para el control la obesidad. Japón es de los países con menor obesidad adulta, 3,5%; y ha reducido la infantil a niveles del 10%.
Mientras tanto en Colombia, existen iniciativas propias en algunas instituciones educativas privadas, enfocados en la composición de la lonchera. Y el sector público está atado al PAE, de conocidas corruptelas, y esporádicamente, cuando logran evitarlas, siguen siendo alimentos que no garantizan niveles adecuados de azúcares. La obesidad infantil registra alrededor del 20%, con índices de inactividad física del 70%; y la Encuesta Nacional de Salud Nutricional no se realiza desde el 2015. Agréguense los desfinanciados programas de salud pública municipales; una visita por Risaralda, muestra a más del 70% de su personal contratado por prestación de servicios.
Por ende, un verdadero programa de salud nutricional, requeriría incluso proyectar con la agroindustria de la caña, que además de azúcar, produce energía, papel, etanol, insumos e investigación; aporte a la economía y el trabajo nacional, por cada empleo contratado en la fase agrícola, se crean 0,71 empleos extra en la economía; y en la fase industrial, se crean 4,33 (Fedesarrollo/2019). Con una importante base sindical. No obstante, es una industria pequeña frente a las productoras mundiales, y afectarla o retornarla a cultivos de “pancoger”, sería un retroceso económico que afianzaría las importaciones.
También requiere debatir la idea regresiva de pretender educar al consumidor con la correa tributaria, gravando la lonchera de los niños de estrato 1 y 2, incluso el 3, rematando la canasta básica de 21 millones de pobres. Implica hasta renegociar la cuota de pantalla en los TLC, porque los contenidos hollywoodenses promueven el consumo excesivo de estos productos.
Finalmente, la cuestión económica es superlativa, la posibilidad para escoger comer sano e implementar lo aprendido, demanda capacidad adquisitiva. Aquí no van a correr ríos de miel y leche -ahora con picado de frutas- menos aún, cuando al deseo del pueblo por una bebida, los ciudadanos “más educados” responden: ¡entonces que tomen agua!