Avatar el camino del agua no logra reproducir el nivel de épica de la primera, bien sea porque es innecesario, bien sea porque la cosa no cuajó; en vez de ello, asistimos a un melodrama intenso tipo Padres e Hijos alienígenas ¡y con metralletas y carcajs!
En el 2009 fuimos testigos de uno de los grandes acontecimientos del cine contemporáneo. En lo que respecta a lo técnico, taquilla y paradigma de ciencia ficción Avatar rompió esquemas.
La película de entonces, dirigida por un ya consagrado James Cameron, dejó un listón altísimo para el género, y para sí misma. Sería una “perogrullada” de grueso calibre si gastamos líneas aquí para contarte qué es Avatar. ¿Es posible que después de 13 años nadie haya visto la primera entrega, o que no sepa que dicha peli abrió la lata de los super taquillazos de más de 1000 millones de USD?
Esas anteriores interrogantes quedarán para después, lo cierto es que el Avatar del 2009 culminó con un final feliz, y ese final feliz lo dejó en un callejón sin salida. ¿Y por qué? Pues porque tras la poderosa revuelta de los na’vi no se podía cantar victoria, y desde lo narrativo había que empezar a trabajar en algo nuevo ¿colorín colorado este cuento se ha acabado? Pues no. Avatar demostró ser, desde el “billullu”, un producto eficiente, perfectamente exprimible hasta lo intolerable. No podía acabar allí. Necesitaba más oxígeno.
Además, Avatar trata el tema de invasiones alienígenas, a la inversa; pero en este caso los aliens vienen siendo los humanos, los opresores. Ojo a esto: generalmente cuando los aliens nos visitan tenemos ángeles guardianes; los expertos de la ciudad de Los Angeles, esos candorosos guionistas y buena papa que nos mandan tranquilos a dormir cantándonos una muy bonita canción de cuna: si una civilización intergaláctica, que tiene tecnología y viáticos para estos viajes, toca la puesta de nuestro rancho, nosotros sí o sí saldremos vencedores, bien sea por el poder del amor, porque somos hijos de Yisus, porque un virus terrícola se los folla o porque tenemos a Will Smith.
Los amiguitos azules de Pandora no cuentan con esa fábula, y tampoco tienen a Will Smith. ¿Cómo va a resolver ese chauvinismo James Cameron en las pelis que faltan? Ya veremos qué conejo saca el mago de la chistera.
En cualquier caso, puedo estar exagerando, y mucho, siempre que Avatar quizás solo fue concebida como un ejercicio que busca replicar con pirotecnia digital la conquista y colonización de América. Desde luego, nos deja muchas reflexiones que inevitablemente nos remiten a Pocahontas o al mito del blanco o mestizo salvador de los pueblos nativos.
En palabras sencillas: Avatar el camino del agua se parece a Shrek, no por lo fea, sino porque tiene muchas capas, y yo estoy agarrado con la capa más fea de esa cebolla tan bonita (cebolla, además, porque mucha gente salió llorando de la sala de cine).
En el caso de Avatar: el camino del agua, la sombra de un callejón largo y sin salida se prolonga aún más.
Pero ¿por qué insistimos en que Avatar está en un aparente callejón sin salida?
Lo primero: una epopeya tan orgiástica en CGI y sensualidad difícilmente se puede replicar con los resultados pasados. La taquilla la va a superar, apostamos unos chavitos a que sí, con decirles que a la sala de cine en la que estábamos no le cabía un arroz parado; pero configurar el final que nunca fue, y que nunca fue sospechosamente feliz, dentro de la lógica de las reinterpretaciones de conquistas y colonizaciones, eso ya es otro cuento.
Y es que Jake Sulley evitando una guerra por las buenas, termina, una vez más, cediendo a la trampa de las armas por las armas. La cosmovisión pacífica cede al fuego y la violencia, porque esa es la forma de hacer las cosas de Occidente, por extensión, del imaginario de los hombres venidos del cielo que, por su ethos, más bien parecen venidos del Infierno. Es chistoso, porque eso plantea Avatar… no parece haber otro camino.
No importa si sacas tres películas más, Cameron, no nos mientas, inexorablemente los na’vi se verán arrojados al fuego. No importa si su relación con la naturaleza es digna de emular, o si Jake Sully sale reiteradamente, negándose a luchar para tratar de aquietar las aguas y luego corre de nuevo a tierra firme por las hachas de guerra; no importa cuantas armadas derroten los na’vi ayudados de muchos animalitos alienígenas: los humanos volverán, como en lo prometió Arnold en Terminator.
A no ser que, a no ser que…, por un artificio narrativo sacado de la manga (el poder del guion lo llaman) los terrícolas decidan vivir en paz y no extraer más recursos de las tierritas de esas lindas criaturas, o que una liga intergaláctica de reptilianos benévolos apoyen a los na’vi, o que Pandora se mude a otro universo paralelo, cosa de moda, donde no haya humanos y corporaciones.
Por si fuera poco, Avatar el camino del agua se enfrenta a otros nuevos problemas (no vamos a hablar de la espectacularidad visual ni de la correcta música); enumeremos el tono familiar cuasi Disney, los nuevos arcos o desvaríos de Jake Sully ya padre, y de un reparto de adolescentes y niños que apuesta por ser coral, como una mezcla de niños tipo Alfalfa o niños de la Pandilla de perdedores de Stephen King en It.
Ahora, muy común a nuestra era de inclusión, todos deben de tener importante participación, y pues nada, ya entrados en gastos con el tema del animismo y del chamanismo, pues hombre, pongamos de coequiperos de batalla a ballenas jorobadas alienígenas super desarrolladas que harían ver a Mozart y a Beethoven en palotes. Así eso genere más incertidumbres que respuestas. Esto es, además de los na’vi, de los humanos, y de los avatares, necesitamos que los animalitos tengan mayor protagonismo en un ejercicio quijotesco que busca conciliar dos franquicias: Liberen a Willy y Moby Dick.
¿La vas a ver? Pues claro que la vas a ver, y no te decimos lo contrario, te invitamos a verla, es muy entretenida, aunque Avatar el camino del agua no logra reproducir el nivel de épica de la primera, bien sea porque es innecesario, bien sea porque la cosa no cuajó; en vez de ello, asistimos aun melodrama intenso tipo Padres e Hijos alienígenas ¡y con metralletas y carcajs! No lo niegues, tu veías Padres e Hijos.
¿Qué esperaban? Sully y la bella salvaje felina debían tener abundante prole con tanto tiempo y libre y sin tv y sin control natal, alienígenas o no, las familias tienen muchos problemas. Especialmente si los adolescentes de la familia son alienígenas.